A principios de la década de los años cincuenta la
ciencia ficción experimentó un auge espectacular con la llegada al cine
de realizadores y directores de la talla de Don Chaffey o Ray
Harryhausen. Mundos imaginarios plagados de monstruos legendarios
llenaron la gran pantalla. Grandes titanes y animales prehistóricos
luchando entre ellos en películas y recreando peleas de fantasía entre
dinosaurios, krakens y gorilas gigantes.
Algo parecido debió sentir el periodista
Al McGlashan quien mientras pescaba con su bote al sudeste de Australia se topó con una escena realmente insólita:
un tiburón devorando un calamar gigante.